SIR.BENJAMIN

Habían pasado ya más de ocho años desde aquello, pero Sir. Benjamín seguía ahí sentado, en el mismo sitio junto al piano, esperándola; después de tanto tiempo, aún conservaba la esperanza de volver a verla. No sabía cuándo, pero estaba seguro de que en algún momento regresaría, simplemente lo sentía.

Nadie sabía porque seguía creyendo eso, algunos decían que se había vuelto loco, otros le admiraban, pero en realidad muy pocos le comprendían, no eran capaces de entender que alguien pudiera pensar que una persona puede seguir viviendo aunque sus pasos dejaran de oírse hace mucho tiempo.



- Señor, la cena está servida.- le dijo su mayordomo. - Señor, debería dejar de...
Era inútil, por muchas cosas que le dijeran, el hombre permanecía imperturbable ante cualquiera que se le acercara. Las ocasiones en las que salía de la habitación podían contarse con los dedos de una sola mano. Muchos de los que iban a visitarle decían que había perdido totalmente la razón.


Pues cierto era, que los pocos que intentaban animarle o convencerlo, de que la mujer a la que había amado más que a cualquier otra cosa no iba a volver, tan solo conseguían una respuesta:

-  Ella va a regresar, en algún momento y yo estaré aquí, esperándola junto al piano, tocando la melodía que tanto le gusta.
Y así dejaba pasar las horas, los días y los meses aguardando un sueño imposible que le mantenía en un profundo trance, del que aunque no se diera cuenta, no conseguiría salir jamás.
Todas las noches se quedaba dormido tocando el piano, interpretando aquella pieza que tantas veces habían escuchado juntos. Hasta que una de aquellas noches mientras tocaba, de repente empezó a sentir que todo se movía y daba vueltas a su alrededor.
Segundos después, silencio, ni un solo movimiento. Le costaba abrir los ojos porque aún se sentía mareado, no sabía que acababa de ocurrir pero sí escuchaba algo. Dirigió una mirada al piano y entonces la vio, interpretando la melodía, con un vestido de color rojo, delgada, su pelo suelto y suavemente ondulado, sus labios, y esos ojos oscuros cuya mirada le hacía perderse cuando la observaba, era ella. Sir. Benjamín no daba crédito a lo que veía, por fin había regresado, se sentó a su lado y tocaron juntos. Parecía un sueño ¿o es que lo era realmente?


Sonó entonces el último de los acordes que finalizaban la melodía, y en ese momento, entró el mayordomo en la habitación y encontró a su amo tendido sobre el piano. No intentó despertarlo como solía hacer todas las noches, porque sabía que no lo conseguiría.

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