En un lugar de aquella ciudad perdida, un hombre ciego creyó ver por primera vez, un sordo juraría haber podido escuchar la suave melodía de su piano, un mudo quiso hablar y el sacerdote se dispuso a quemar su Biblia.
Entonces uno de los viajeros le preguntó al otro si pensaba que en aquella ciudad todos estaban locos, pues todo eso era imposible. Y su compañero le contestó:
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